Los textos que componen este libro no son relatos de viajes, sino relatos sobre el viaje y su imposibilidad. La literatura es siempre una senda condenada a atravesar el corazón de las tinieblas. Lo que diferencia al viajero del turista es su capacidad de prescindir de toda certeza y aceptar que el camino puede hacer de él un ser nuevo. La literatura de riesgo posee esa misma naturaleza, y el viajero literario -todos lo son, dice Chatwin- no abarca el paisaje con la mirada, pero con ese único equipaje útil el escritor tratará de reelaborar su propia cartografía del mundo [leer más].
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