domingo, 20 de mayo de 2007

Blanca Varela y Pepín Bello, tan diferentes y grandes, en El País de hoy

Blanca VarelaEn su "Piedra de toque" tan desigual en lo político como acertada en lo literario, dedica Mario Vargas Llosa un oportuno Elogio de Blanca Varela: «Discreta y elegante, como las hadas de los cuentos, la poesía de Blanca Varela ha ido apareciendo de tanto en tanto, con largos intervalos, en unos poemarios breves, ceñidos y perfectos, Ese puerto existe (1959), Luz de día (1963), Valses y otras falsas confesiones (1972), Canto villano (1978), Ejercicios materiales (1993) y, por fin, su poesía reunida, con dos recopilaciones inéditas, Donde todo termina abre las alas (2001). Cada libro suyo dejaba a su paso un relente de imágenes de engañosa apariencia, pues, bajo la delicadeza de su factura, sus juegos de palabras, la levedad de su música, se embosca una áspera impregnación de la existencia, una fría abjuración del ser en trance de vivir para morir. La vida late siempre en ellas, pero amenazada y en capilla, sometida sin cesar a ordalías atroces.»

La gran poeta peruana ha ganado el más reciente Premio Reina Sofía de Poesía, en este enlace un texto de Aurora Intxausti, un poema descarnado y una fotografía de Blanca Varela (Lima, 1926), esos ojos, esas manos, esos labios…

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Al otro lado de la escritura, en la no escritura, Pepín Bello: «ágrafo recalcitrante, el bartleby -artista sin obras- más longevo del mundo» nos dice Enrique Vila-Matas en un artículo que celebra sus recién cumplidos 103 años y algo más. En ese algo más está un libro necesario, un testimonio recopilado con ilusión, que aún no he leído, pero cuya construcción he seguido con interés cada vez que he podido hablar con Marc Sardá, más poeta joven que joven poeta, hacedor de sueños, terremoto de iniciativas, y amigo.

Cubierta del libro Conversaciones con José Pepín Bello, de David Castillo y Marc SardáEscribe Vila-Matas: «Pepín parece que no se haya movido nunca de la Residencia, y a veces -como nos sucede leyendo Conversaciones con José Pepín Bello, el libro de David Castillo y Marc Sardá que acaba de publicar Anagrama- uno hasta diría que Pepín se ha entretenido estudiando -ya tiene su mérito- el bachillerato más largo de la historia. Es un libro de conversaciones lleno de anécdotas y de retratos muy divertidos de personajes famosos, un libro que nos conecta con la euforia de unos días geniales que la Guerra Civil truncó dando paso a un cambio de clima moral y a la envidia que hoy todavía algunos sentimos por aquellos tiempos del 27. Cuando eso pasa, cuando la nostalgia y la envidia se cruzan trágicamente, todo nos conduce a pensar en aquella frase de Flaubert en Salambó: "Qué tristes debemos estar en nuestro tiempo para resucitar Cartago".»

Todo un respiro en este tiempo de corruptelas y miserias políticas en campaña electoral sin programas, ¿no podrían aprender un poco, entre otros grandes, de la obra de estos nombres en negrita?

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