El compromiso literario en esta ocasión es con un ser digno del respeto de toda la humanidad de este y de todos los tiempos: Jorge Luis Borges. Imaginemos a este tigre en acecho bajo un ocaso estrangulado por la dolorida crucifixión de la belleza de una rosa amarilla, al borde del poniente, en alguna cosmogonía gnóstica, la esfera desde donde se vislumbran uno y mil mundos, la cita exacta en determinada epifanía libresca, el libro apócrifo, la sucesión numérica cuyo cause es el universo insondable acaecido en el infinito de la noche.
Qué lector no se ha quedado admirado con Las ruinas circulares o con la precisión certera de reinventar una nueva doctrina en sólo unos cuantos Fragmentos para un evangelio apócrifo, que si bien es cierto no reniegan del cristianismo, acaso imponen al budismo como una religión alternativa al dolor.
La cita es con el intelecto y con la belleza de la palabra exacta, escritores de todo el planeta Tierra a punto de la devastación, la cita es con esa sensación de que el tiempo puede perdurar en un texto bien escrito, muy por encima de las diferencias, de la fama, de los premios, de la vida misma, del rencor que enceguece. A poco de caer en el sueño de las repeticiones, llegaremos a la boca invisible del fragor del río, repetidos en el sueño de nuestro mejor discípulo, siempre abominando de la cópula y de los espejos, como aquel heresiarca de Uqbar, en el memorable Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, ya que la multiplicación del número de los hombres, ergo de sus calvarios, es un eterno retorno a un karma que no merecemos.
Ahí está, aprendices, consagrados, bloggers, académicos, aedas, la comprensión de un universo vasto por sí mismo: Borges. Atrapemos al vuelo esos inmortales recuerdos que hubiere recorrido el escritor argentino más admirable de todos los tiempos: Jorge Luis Borges. Su nombre traiga el sumo respeto que prestos poemas, ensayos, cuentos, artículos o textos híbridos honraran a su memoria (¡a su vasta memoria!) en sutiles, elegantes y bibliófilos raptos literarios, que a borbotones plasmen en la unánime noche. La galaxia creativa disemine su polen astral en las neuronas, el pálido gemido de un animal mitológico bifurque la comprensión de las bestias que ríen ante una lluvia de escamas doradas, la vana sucesión de los días y las noches en la desesperación de la lucidez del insomnio de la memoria: La Creación.
Los laberintos conducirán hacia un estuario donde se contempla la divinidad creativa que confiere la perfección entre el Este del presente y el Oeste del pasado, los polos Cielo y Tierra en una eterna contradicción que sólo el divino estado del iluminado comprende, una lucidez cubriendo con ese ocaso con que pálidamente veía a un mundo calmado el autor de Ficciones. La memoria empieza su cuenta regresiva. Cierre de edición: 30 de Noviembre de 2008. Envíos: kcreatinnorg@yahoo.es
Jack Farfán Cedrón
Director de la Revista Kcreatinn
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